Qué gusto da cuando ves que un grupo hace bien las cosas. Ya con su debut, Don’t Belong, The Wax nos enseñaron que no se conformaban con ser aquello que habíamos prefigurado con sus EP’s previos, y ahora han vuelto a hacerlo. Porque si algo queda de aquella primeriza influencia de Refused es precisamente la más importante: no estancarse.
En apenas un año, y habiendo perdido a uno de sus dos guitarristas y a su bajista, los catalanes se han reinventado en su segundo disco creando un sonido muy especial. A Place To Bury Our Sins Away se abre con el riff nirvanero de ‘No Dawn’, un tema redondo del que me enamoré desde la primera vez que lo escuché.
Pero las sorpresas no acaban ahí, y en las siguientes diez canciones The Wax consiguen atraparte en una telaraña febril desde la que escucharás ecos de The Cure, Deftones, Quicksand o Thursday, pero nunca renunciando a ser ellos mismos. Esta versión más versátil les permite hilvanar con total naturalidad una pieza como ‘Rebel Scum’, que termina con un piano y la voz invitada de Laura Poulain, y situarla entre dos temas tan cañeros como ‘Bèstia Ferida’ y ‘The Year Of The Snake’.
La producción excelente de Gerard Cabot, sobre todo en el tratamiento atmosférico de la voz de Aitor de Haro y las guitarras, es la guinda de un disco que no deberías dejar escapar por nada en el mundo. Si tenían algún pecado que purgar, con este álbum The Wax se han ganado el cielo.
JORDI MEYA