Si nos ceñimos a la definición ortodoxa de lo que es un Greatest Hits, es decir una recopilación de canciones de un artista o grupo que han tenido un impacto en las listas de éxitos o en la cultura popular, éste de The White Stripes no lo es. Ya no es que la mayoría de las 26 canciones que incluye no entraran en las listas, sino que resultarán desconocidas por la mayoría del público casual.
Si hablamos de hits, lo que se llama hits, la lista incluiría solamente ‘Seven Nation Army’, ‘Fell In Love With A Girl’, y a todo estirar ‘Death Leaves And The Dirty Ground y ¿’Hotel Yorba’? Vamos, que no daría para un EP. Pero claro, a Jack y Meg White siempre les ha gustado jugar con la percepción y la realidad. Y de la misma manera que presentaban públicamente como hermanos, cuando en realidad estuvieron casados durante los primeros años de la banda, entre 1996 y 2000, quizá quieran que las generaciones futuras piensen en la relevancia de su obra más allá de lo que indicarán las estadísticas en los charts.
Y es que más allá de definiciones semánticas, lo que es evidente es que The White Stripes, como marca, como concepto, fueron muchísimo más populares que su propia música. ¿O es que alguien duda que si decidieran reunirse no encabezarían todos los festivales del mundo, desde Coachella al Primavera Sound? ¿O que la proliferación de dúos, desde Royal Blood a The Picturebooks, no se debe en gran parte a su éxito?
Escuchando este recopilatorio todavía parece más inexplicable, y fascinante, que a principios del siglo XXI, un grupo con una música tan cruda y extravagante como la suya lograra triunfar. Una bendita rareza. El manejo naïve de la música de raíces, como si dos niños hubieran descubierto por primera vez el blues, el rock’n’roll o el country, unido a un respeto por la tradición propia de un veterano, y sumado a un gusto estético por la estridencia (sonora e interpretativa), hacen de sus canciones algo realmente singular.
Por lógica, una banda que acaba siendo coreada por hooligans en estadios de todo el mundo, no te hace canciones como el blues zeppeliniano ‘Ball And Biscuit’, la taurina ‘Conquest’, la poppie ‘You’re Pretty Good Looking (For A Girl)’ digna de los primeros Lennon/McCartney, o una frikada prog como ‘Icky Thumb’. Es como si en los 80 The Cramps hubiesen sido tan grandes como Bon Jovi.
Pero si a alguna conclusión llegas repasando su carrera a través de esta colección -que no sigue un orden cronológico; empieza con su primer single ‘Let’s Shake Hands’, pero termina con ‘Seven Nation Army’- es que The White Stripes no tenían ninguna posibilidad de triunfar, pero al mismo tiempo lo merecían como nadie.
JORDI MEYA