Ginger está de vuelta, y esta vez el hiperactivo pelirrojo decide hacerlo con el nombre de The Wildhearts, la banda que él empezó hace más de treinta años.
En 2019, los de Newcastle ponían fin a varios años de silencio con el lanzamiento de Renaissance Men, que no sólo nos traía una excelente colección de temas, además devolvía al guitarrista CJ y al bajista Danny McCormack al redil y venía acompañado de una gira que pasó por nuestro país. Lo que parecían buenos tiempos para la banda con la salida de otro (menos inspirado) trabajo discográfico, rápidamente se fue al garete. La personalidad de Ginger, tan cambiante como la estructura de muchas de sus canciones, volvía a ser el mayor enemigo del proyecto y los Wildhearts regresaban al limbo.
En 2024 una serie de shows confirmaban que el carismático frontman había reactivado la banda con antiguos compañeros de proyectos en solitario, y este The Satanic Rites Of The Wildhearts, onceavo larga duración del grupo, es la confirmación de que están de vuelta Los fans (pocos, pero muy militantes) tenían miedo a encontrarse un disco en solitario de Ginger usando el nombre de la franquicia como gancho comercial, y la respuesta a esos temores es un sí pero no. Para empezar, el cantante siempre ha sido el líder absoluto de la formación, y es imposible que el inicio del álbum con ‘Eventually’ y ‘Scared Of Glass’ no arranque una sonrisa a sus seguidores.
La mezcla imposible entre Metallica y Beatles vuelve a ser posible y tenemos esa sucesión de riffs intercalada con estribillos melódicos marca de la casa. A partir de ahí y a lo largo de diez temas tenemos todos los ingredientes que durante estas tres décadas han pasado por la discografía de los ingleses. Los himnos hooligans en ‘Kunce’, flirteos con lo industrial en ‘Blue Moon Over Brinkburn’ o una especie de secuela de ‘Vanilla Radio’ en ‘Maintain Radio Silence’.
Y este batiburrillo sin hilo conductor es el que nos recuerda que Ginger está solo al volante, dando rienda suelta a su incontinencia creativa sin ningún tope creativo que sus otrora compañeros podían ejercer con mayor peso. Probablemente con ellos a bordo, un tema como ‘Hurt People Hurt People’ nunca hubiera visto la luz; por suerte el corte final ‘Failure Is The Mother Of Success”'(excelente título) brilla con luz propia y es un excelente colofón y un perfecto resumen de este trabajo y quien sabe si de una carrera, porque con el bueno de Ginger siempre hay que pensar lo peor.
LLUÍS PUEBLA
