Después de tres aciertos seguidos, el gran M. Night Shyamalan se merecía unas vacaciones pagadas en la playa. Así es como entiendo yo Tiempo (Old), el tropiezo artístico, sobre todo a nivel de (re)escritura del asfixiante Castillo De Arena, novela gráfica de Frederik Peeters y Pierre Oscar Lévy.

El autor de El Bosque, Señales o El Protegido reescribe la historia original en un incomprensible ejercicio de autosabotaje hacia el material de partida para llegar hasta un desgastado final marca de la casa.

Por supuesto, el cineasta mantiene el pulso visual y maneja la cámara y las tomas largas como nadie, pero al otro lado apenas hay nada.

Cada miembro del reparto parece estar en su propia película, detalle que añadido a unos diálogos reiterativos (tanto como parecer paródico) hacen que estemos ante un naufragio creativo de proporciones considerables.

Si nadie espera la aventura de terror más trepidante del verano, cosa que (de nuevo) su campaña parece prometer, puede encontrar un refugio a la sombra del calor exterior.

Por supuesto que hay ramalazos de genio y talento, pero por desgracia la nueva peli de Shyamalan es de las que rueda sin miedo al ridículo. y le sale otro indigesto pastiche zen hiperbólicodramático que era exactamente lo que al menos yo no necesitaba después del último año.

Llámame loco, pero eché de menos Fantasy Island.

MIGUEL BAIN