Totengott es una formación complicada de encasillar, y eso, tal como están las cosas, ya es buena señal.
Después de que te ponga en situación una introducción poderosa, algo pinkfloydiana y poseedora de los primeros guitarrazos robustos, un combo mítico te viene irremediablemente a la cabeza en cuanto ‘Ceremony II: The Way Of Sin’ echa a andar: Celtic Frost. Pero exageradamente, vamos.
Indagas un poco y descubres que Totengott eran antes una banda de versiones de los suizos, y por lo que parece, su legado ha dejado una tremenda impronta en ellos, algo imposible de disimular. No lo pueden negar, y tampoco parece que les moleste. Y a nosotros menos, para qué engañarnos…
Es la forma con la que Chou Saavedra afronta el micro, como un predicador alertando de la llegada del Juicio Final. Son esos riffs que caen cual secas losas de thrash oscuro, de ese metal extremo incipiente que no conocía etiquetas porque era simple y llanamente genial.
Por supuesto, en el segundo álbum de los asturianos hay mucho más, y es precisamente ahí, cuando más ellos mismos son, que crece nuestro interés por el trío. Hablo de ‘The Spell’, con esos aires de misterio y ese posterior riff doom capaz de aumentar varios enteros la fuerza de gravedad. Cierto es que este corte tiene muchísimo de Tom G. Warrior y Triptykon también, pero en su dilatado recorrido tiene tiempo de poner varias cartas más sobre la mesa.
En un futuro intentaría que la sombra de los helvéticos no fuera tan rematadamente larga, pero no es menos cierto que una canción como ‘Doppelgänger II: The Abyss’, con sus más de 22 minutos y toda esa ambientación, no está al alcance de demasiados grupos actuales.
PAU NAVARRA