Cuando una banda se junta con una orquesta, suele despertarme recelo. Lo de Deep Purple quedaba muy lejos y S&M de Metallica nos pilló con la guardia baja, pero creo que ninguna persona con el oído fino puede negar que, dentro de esta moda que aún sigue, se han publicado una buena ristra de ladrillos.
Obras que nunca tendrían que haber salido de una letrina salvo honrosas excepciones, como por ejemplo las mejores elucubraciones de Septicflesh o el DVD que éstos lanzarán en julio. ¿Podía Tom G. Warrior presentarnos una cagarruta hortera como los demás? ¿Era eso posible? Por supuesto que no, y de hecho, los atrevimientos más vanguardistas de Celtic Frost ya daban fe de ello. El Padre Omnipotente sigue por encima de todo y de todos, y es por eso que, with the Metropole Orkest, compuso un temarraco totalmente nuevo de más de media hora para este show tan especial en el Roadburn del pasado año. Se trataba de crear con la orquesta directamente, no de vulgarizar clásicos con estridencias y secciones de indiscutible mal gusto como tantos otros antes.
Sirviéndose de ‘Rex Irae’ como apertura y de ‘Winter’ como final, es el capítulo dos de Requiem la joya de la corona. En ‘Grave Eternal’, lo realmente inédito, Triptykon y sus inusuales aliados despliegan su vertiente más cinemática, experimental y doom, logrando mantenerte con el corazón en un puño con la maestría habitual. Te metes tanto en este corte que llegas a olvidarte de que se trata de un concierto, por lo que, cuando estallan los aplausos del público entre los dos últimos movimientos, te sacan del ensimismamiento a lo bestia.
PAU NAVARRA