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TROPICAL FUCK STORM – ‘Deep States’

Como si Idles, Talking Heads y Nick Cave se hubieran ido de copas

Incluso para alguien que nunca haya tomado drogas, sería fácil reconocer que durante la creación de los discos de Tropical Fuck Storm, algún que otro estupefaciente se ha consumido. Y quien sabe, si por el confinamiento, la ansiedad o la incertidumbre del momento, escuchando Deep States juraría que el consumo fue a más durante su grabación.

El tercer álbum de los australianos suena como si pasaras por la trituradora siete décadas de rock’n’roll y luego envolvieras la pasta resultante y la quemaras. Desde las lisérgicas guitarras, a los acoples, a los ritmos descalabrados, a las melodías inconexas, todo aparece salvajemente espontáneo. Cuesta trabajo creer que el cuarteto pudiera volver a grabar el mismo disco si fuera necesario. No es una escucha precisamente placentera, pero es ahí precisamente donde reside el encanto de su música.

Sus textos transmiten por igual un total desprecio por la sociedad actual, como la fe en la esencia del ser humano si este fuera capaz de despojarse de su instinto materialista, y la banda subraya esa contradicción distorsionando los instrumentos para construir un ruido acorde al caos que nos rodea.

A menudo, Tropical Fuck Storm consiguen sonar como si Idles, Talking Heads y Nick Cave se hubieran ido de copas, y hubieran acabado haciendo una jam sesión. La sincopada ‘Bumma Sanger’, el exotismo de ‘Suburpiopia’, el blues ruidista de ‘The Donkey’ o la sorprendentemente pop ‘New Romeo Agent’ son ejemplos de su absoluta libertad a la hora de hacer canciones, con el riesgo que también eso supone cuando la cosa se les va de la manos y los temas se alargan sin tener un rumbo claro.

Quien busque algo convencional mejor que busque en otra parte, sin embargo quien desee sumergirse en una colección de canciones que le supongan un desafío, Deep States está, sin duda, a la altura, pese a sus imperfecciones.

JORDI MEYA

BONUS TRACK CON… GARETH LIDDIARD (voz, guitarra)

La banda parecía estar a tope, habiendo publicado dos discos en dos años y girando mucho. ¿Qué supuso para vosotros que se parara todo por culpa de la pandemia?
«Fue muy decepcionante, pero no teníamos ni idea que fuera a alargarse tanto. Tuvimos que cancelar 5 ó 6 giras en 2020, y otras tantas este año. A saber qué pasará el siguiente».

¿Cómo afectó todo esto al nuevo disco? ¿Pudisteis iros viendo o estabas aislados los unos de los otros?
«En Victoria nos confinaron seis veces durante bastante tiempo, y no podíamos juntarnos. No teníamos grandes planes en cuanto a la grabación, pero queríamos terminar el disco como fuera. Fue una mierda. Durante 2020 me costó mucho motivarme para componer. No me sentía nada inspirado. Creo que nadie lo estaba, pero logramos terminarlo».

¿Entonces no fue una buena experiencia hacer Deep States?
«Una vez pudimos empezar a trabajar fue divertido. Nosotros grabamos y estamos de fiesta al mismo tiempo. Nos gusta pasarlo bien. Fiona (Kitschin, bajo y voz) y yo vivimos en el campo, y cuando el resto viene de Melbourne, alquilamos unas cabañas, y podemos hacer el ruido que queramos, beber, y bañarnos en el río. Normalmente lo pasamos muy bien, y a la vez somos capaces también de trabajar».

Pareces buscar la inspiración en teorías conspirativas. ¿Te divierten o te cabrean? ¿Cuál es la que encuentras más ridícula?
«Las de Qanon son las más locas y las que puede causar mayores problemas. Como dices, me cabrean, pero me divierten. Es como una película en la que la Guerra Civil Americana se lucha contra unos nazis sureños que no son ni tan listos ni tan duros como los nazis originales. Tienen bien pensada toda su propaganda, pero en el campo militar o intelectual no les va demasiado bien. Tenemos un amigo que ha estado en Afganistan durante diez años y sabe lo duro que es. Cree que los Q son muy flojos. Pero mi otra teoría favorita es la del asesinato de JFK. Todo lo del segundo francotirador, la mafia, el KGB… La gente se pega tiros cada día en Estados Unidos, sin embargo ese día en Dallas, ese hecho no fue suficiente. Hace poco fuimos allí y vimos donde se produjo el asesinato. Como te decía vivo en el campo, así que sé algo de armas. Sinceramente, con tres balas, un rifle decente y un poco de suerte, yo también podría haber matado a JFK desde donde se hizo el disparo. No era un tiro difícil».

Muchas de vuestras canciones tratan sobre asuntos importantes, pero tu enfoque es muy impresionista, como si usaras las palabras para pintar un cuadro caótico. Cuando escribes, ¿se trata más de sacar lo que llevas dentro o piensas en el impacto que puede tener en el oyente?
«Un poco las dos cosas. Se trata de que cada pequeña pieza de la canción de vida al resto y se convierta en una fuerza de la naturaleza, ya sea un tsunami o una brisa cálida, pero tiene que hacerte sentir vivo, y tener un atractivo universal, aunque solo apele a un cierto tipo de personas. No puedes gustar a todo el mundo».

Creo que en cada disco en cierta manera desbordáis los límites del rock, tanto en sonido como en estructuras o ritmos. ¿Intentas inspirarte en cualquier cosa que no sea rock?
«Me gustan todo tipo de músicas. Para mí solo hay música buena y mala. Lo mismo pasa con la literatura. Intento leer tanto cuanto puedo mientras escribo. Y no necesariamente tiene que ser alta literatura, puede ser basura, pero tiene que tener la chispa de la vida».

¿Tienes una relación de amor/odio con lo que supone estar en una banda de rock?
«Desde luego. Es divertido, pero es un trabajo duro. Salir de gira es como quemar una vela, y es la única vela que tienes. Poco a poco te va volviendo sordo y loco. Poco a poco hace que odies al resto del grupo y odies la música. Te jode el cuerpo por la falta de sueño, las drogas y el alcohol. Aunque te ganes la vida, te va matando poco a poco. Pero también es genial. Puedes ver mundo, la banda es tu familia, puedes hacer locuras, conocer gente maravillosa, y hacer música que te alimenta. Incluso después de 20 años a veces mi guitarra y pienso, ‘Uau, no puedo creer que gane la vida con esta cosa’. Es una locura».

¿Y hay algún futuro para The Drones o no sientes ninguna motivación por resucitar el grupo?
«Es imposible saberlo. Estoy seguro que llegará el momento en el que nos juntaremos y haremos algo. No hay motivo para no hacerlo. Seguimos siendo buenos amigos y nos vemos mucho. Paramos porque teníamos que parar. Pero esa sensación desaparecerá en algún momento».

JORDI MEYA