Nadie en su sano juicio podría esperar algo interesante de unos Simon Pegg y Nick Frost huérfanos del poderío visual de Edgar Wright (a pesar de Baby Driver), pero debo reconocer que Truth Seekers, su nueva serie para Amazon Prime Video ha sido una de las sorpresas más entrañables de la temporada.
Acostumbrados como estábamos a fiascos como Paul o a medianias sosas del calibre de Las Reglas De Slaughterhouse (preferibles al desastre de Greg Mottola), la llegada de una historia de cazafantasmas a tiempo parcial se anotojaba, al menos, interesante.
Pues bien, una vez devorados los ocho episodios de veinte minutos que forman esta primera (y esperemos que no única) temporada, estos buscadores de la verdad han dejado un emotivo recuerdo en nuestros corazones.
Entre el clásico de Ivan Reitman y la mítica Ghostwatch, la serie creada por Pegg y Frost junto a James Serafinowicz y Nat Saunders cuenta en apenas cuatro horas la increíble historia de Gus Roberts, un viudo y noble empleado de una compañía de internet que también ejerce como investigador paranormal a tiempo parcial. Sin comerlo ni beberlo, aunque un poco sí, intentará aclarar una extraña y aterradora situación que podría llevar a la destrucción de toda la raza humana.
La serie sobrevive con gracia en el terreno del «monstruo de la semana», algo que puede ser muy peligroso si no se maneja con convicción (hola, Territorio Lovecraft), y que en realidad no está aquí para fácil a nadie, tan acostumbrados como estamos a que nos ofrezcan una historia más propensa a rizar mil rizos.
La capacidad imaginativa de sus responsables consigue que cada uno de los pasos que da la serie resulten tan novedosos como gratificantes. Los orígenes de los espectros, la presencia de un Malcolm McDowell disfrutando de cada minuto en pantalla, y una trama enrevesada que dará con uno de los villanos más redondos de la temporada Covid, hacen de Truth Seekers una de las apuestas seguras para un fin de semana de otoño/invierno encerrados en casa.
MIGUEL BAIN