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TY SEGALL – ‘Three Bells’

Cohesiona sus ambiciones experimentales con el trasfondo acústico de su anterior trabajo.

A lo largo de su carrera, Ty Segall ha dejado bien claro que la contención no es lo suyo. Desde su debut homónimo en 2008, el rubio californiano ha ido prácticamente a álbum por año, amén de embarcarse en otros proyectos paralelos como Fuzz, dónde se encarga de la batería. Un recorrido en el que ha tenido tiempo para coquetear con el rock garajero, la psicodelia, el folk, el glam, los sintetizadores… y todo cuanto se cruzara por su inquieta cabeza.

Aunque en la mayoría de sus trabajos ha apostado por la concreción en cuanto a duración, ha habido ocasiones en las que ha querido rizar el rizo más de la cuenta. A veces la jugada le salió muy bien, como en el genial Manipulator, y en otras, caso de Freedom’s Goblin, se pasó de frenada con la macedonia estilística. Por eso mismo el anuncio de Three Bells (decimoquinto en su cuenta personal) de salida me planteaba ciertas dudas sobre si conseguiría estar más acertado. Y la verdad es que ni una cosa ni la otra.

En los 15 temas que forman el tracklist, Segall cohesiona sus ambiciones experimentales con el trasfondo acústico del anterior Hello, Hi de hace un par de cursos. Todo transcurre por un discurso logradamente homogéneo, aún ofreciendo diversas variaciones de una misma cara. Parte de culpa se debe a una producción propia y orgánicamente agradable que no satura al oído en ningún momento. Otra cosa son las propias canciones…

Ya en ‘The Bell’ nos encontramos a Ty con ganas de jugar, aún respetando las reglas autoimpuestas en el tablero. Las acústicas van liderando la progresión del tema desarrollándose hasta dar con un muro de fuzz. Similar planteamiento presenta ‘Void’ tejiendo una atmósfera desconcertante, casi surrealista, pero que conduce a buen puerto. Sin embargo, a medida que van avanzando, uno percibe que no todas las piezas terminan de fluir del mismo modo.

‘I Hear’ viene marcada por un prometedor tono muy Bowie, pero se acaba perdiendo en cierto onanismo instrumental. Lo mismo ocurre en el intercambio de riffs de ‘Move’, dónde aparece la voz de su mujer Denée (a quién también dedica una homónima experimental dominada por los teclados), la lánguida ‘Eggman’, los inesperados cambios de rumbo en ‘To You’, o el groove de ‘My Best Friend’ (esta última referida a su perro Fanny, un personaje recurrente a lo largo de su discografía). Todas ellas conviven en esa dualidad entre lo acústico y lo eléctrico que sobrevuela la obra, pero no acaban de traducirse en temas memorables.

Cuando abandona su empeño en dar más vueltas de las necesarias y adopta una postura más comedida, aparecen los mejores momentos del álbum. ‘Watcher’ y ‘Wait’ apuntan a lo que podría haber sido de optar por un formato más conservador sin llegar renunciar a su espíritu aventurero. Al igual que ‘My Room’, seguramente el corte más luminoso y accesible de un disco al que le sobran experimentos y le faltan canciones en el sentido clásico del término.

Del mismo modo que le ocurre últimamente a otro enfant terrible del garage rock como es Jack White, Ty Segall se pierde en su lícita obsesión de querer ir un paso más allá de la fina línea que delimitan los cánones del estilo y la innovación. No negaré que en Three Bells hay ideas y ejercicios interesantes, pero se queda lejos de dar con un resultado realmente destacable. Aún así será curioso comprobar como traslada este material a los escenarios cuando le veamos en el próximo Azkena Rock Festival.

GONZALO PUEBLA