Sin hacer excesivo ruido, primero como Idle Hands y posteriormente ya con su actual nombre, Unto Others han ido construyendo una base de fans fieles. La publicación de Mana en 2019 y de Strength en 2020 sentaron los cimientos, y ahora cuatro años después se consolidan con un tercer trabajo que confirma y perfecciona lo apuntado hasta ahora.
La rutilante personalidad de la voz de Gabriel Franco puede marcar el punto diferencial de si te gusta o no la banda. Su registro grave y profundo, cual cruce bastardo entre Danzig y Peter Steele de Type O Negative, que predomina en todas sus canciones puede seducirte o echarte para atrás. De la misma manera que el manto gothic rock que aporta el trabajo instrumental de Sebastian Silva (guitarra), Brandon Hill (bajo) y Colin Vranizan (batería) puede parecerte exquisito o un simple refrito de bandas precursoras del género. Viendo la nota que le he puesto al disco, sobra decir que me encuentro entre los primeros.
Never, Neverland es un disco incontestable con 16 canciones que en otro tiempo, hubieran sido singles con potencial radiofónico. Generoso en su contenido, encontramos un poco de todo: medios tiempos orientados al AOR de manera descarada como ‘Sunshine’, ‘Angel Of The Night o ‘Cold World’, puñales metaleros como ‘Momma Likes The Door Closed’ -riff de la escuela Hetfield- o ‘Flatline’, con doble bombo y ritmo circense; la casi balada ‘I Am The Light’ con una cadencia y sentido del ritmo muy The Stranglers y un final bastante épico, y hasta un tema instrumental ‘Hoops’ que parece un homenaje al celebrado gag de SNL sobre la grabación de ‘Don’t Fear the Reaper’ de Blue Öyster Cult con ese protagonismo del “cencerro”.
El tercer álbum suele ser un punto de inflexión para las bandas, y Unto Others lo han afrontado con valentía para ofrecernos su mejor trabajo hasta la fecha. Si en tu colección tienes discos de Sisters Of Mercy, The Cult, Billy Idol, HIM, Ghost, In Solitude o incluso Héroes Del Silencio, hazle un hueco a Never, Neverland. Se lo merece.
JOAN CALDERON