Con el viento a favor de todo lo que huela a post punk, el tercer álbum de Viagra Boys no podría aparecer en mejor momento. Todavía más teniendo en cuenta que los suecos han facturado su trabajo más accesible, con una producción menos áspera que antaño, pero, eso sí, con un discurso igual de ácido.
Básicamente en Cave World tiene por objetivo mofarse de la estupidez de la humanidad, haciendo hincapié en los conspiranoicos, los negacionistas y los defensores de llevar armas. Con su prosa simple y directa, Sebastian Murphy compara a estos individuos con primates y trogloditas, dando a entender que la mierda en la que estamos inmersos ahora empezó en el mismo momento en el que el hombre decidió empezar a andar a dos patas. Su tono y dicción, entre Nick Cave y Jason Williamson de Sleaford Mods (quien participa en ‘Big Boy’) es perfecto para que su desprecio hacia la especie no ofrezca ningún tipo de dudas.
Pese a toda la mala leche que desprenden las letras, la música no es igual de agresiva, con las guitarras y el bajo habiendo perdido distorsión en favor de más sintetizadores y elementos electrónicos. Eso hace que un tema como ‘Troglodyte’ aparezca algo así como una versión contemporánea de ‘Whip It’ de Devo, y que ‘Punk Rock Loser’ o ‘ADD’ también tengan un aire new wave.
No faltan momentos más caóticos como ‘Baby Criminal’ o ‘Return To Monke’ en las que fusionan a los Bad Seeds con los Stooges con saxo incluido, empujones a la pista de baile en ‘Ain’t No Thief’, un blues diabólico en ‘Big Boy’, e incluso un toque al Bowie berlinés en ‘Creepy Crawlers’, pero pese a esa aparente variedad todo encaja en un mismo concepto estético.
Quizá no es el puñetazo que esperaba después de haberles visto en directo el último Primavera Sound, pero una buena bofetada sí que es.
JORDI MEYA