Bellavista, el tercer largo de Viva Belgrado, tiene todo lo que le pido a un disco. Cada vez que lo escucho, tengo la sensación de que sus autores me han dejado entrar en su círculo íntimo Que me han contado cosas que probablemente nosotros no nos atreveríamos a compartir. Esa cadena de confianza entre artista y receptor es fundamental para establecer un vínculo emocional con su obra.
Cándido Gálvez se revela aquí como un letrista de primera. Sin necesidad de usar grandes palabras, ha conseguido transmitir las dudas, miedos e inseguridades que cualquiera pueda sentir, aunque nunca haya tocado en una banda de post hardcore. Y encima lo hace con un ácido sentido del humor que todavía lo hace más atractivo. Pero además, Bellavista también presenta el equilibrio perfecto entre familiaridad y evolución. En sus tres primeros temas nos reencontramos con los Viva Belgrado guitarreros, gritones y tensos, que quizá algunos temían haber perdido. ‘Una Soga’ con ese “me subo al escenario, saludo a la afición” y ‘Bellavista’ con “esta mierda no se puede salvar”, con una algo de los Berri Txarrak más melódicos, nos anticipan que en sus conciertos se seguirán viviendo momentos de catarsis colectiva.
Pero entonces llega ‘Más Triste Que Shinji Ikari’ y nos descubren que son capaces de crear un tema de pop perfecto, con unas rimas y una base chillhop que no podrás quitarte de la cabeza. El toque flamenco de ‘Un Collar’, el acercamiento a Touché Amoré de ‘Amapolita Blues’ o el épico final con ‘¿Qué Hay Detrás De La Ventana?’ son otras sorpresas que esconde un álbum del que todos nos podemos sentir felices. Ellos por crearlo, nosotros por escucharlo.
JORDI MEYA