Doce años después de su último álbum. Tras superar una ruptura y dejando ahora a Cut Up en suspenso. Sea como sea, la celebración de su 30 aniversario reactivó completamente a Vomitory y aquí les tenemos, con nuevo disco y justo como les recordábamos… y deseábamos. Nunca he dicho que sean los mejores de esa generación legendaria que nos dio el death metal sueco, pero desde luego sí son mis favoritos.
All Heads Are Gonna Roll. Tanto el disco como la canción sacan a relucir el arsenal completo nada más darle al play, y sí, ruedan las cabezas. Ni intros ni leches. El abominable gutural de Erik Rundqvist en primer plano te trepana el cerebro y ya no se mueve de allí en todo el recorrido. Cómo se nota ese trato especial, grabando las voces por separado junto a Rikard Löfgren.
No hay relax. ‘Decrowned’ arranca muelas sin anestesia y ‘Ode To The Meat Saw’ pide sangre, y puede que la consiga a raudales en directo. La producción está al mil. Parece que no haya pasado ni un día desde su última obra, ese Opus Mortis VIII de 2011. La tremenda bronca en plan tornado de ‘The Deepest Tomb’ es otra prueba fehaciente.
A Vomitory no les han afectado las pamplinadas arreglamundos que infectan a parte del metal extremo actual. Esto siempre ha ido de mostrar la cara más escabrosa, vil y abyecta de la humanidad, y quien no quiera entenderlo ya sabe dónde está la puerta. Vaya por delante ‘Raped, Strangled, Sodomized, Dead’. Hmmm… Terrorize Brutalize Sodomize. ¿Les suena de algo?
Con temas como ‘Dead Man Stalking’ podría parecer que el segmento final de la obra no será tan memorable, pero ahí está ‘Dead World’, durísima y melódica a la vez, para acabar de perpetrar el crimen. Ni Patrick Bateman podría manchar de esa forma las paredes.
Como siempre, bordeando el brutal death, sin piedad ni tregua. Si Vomitory volvían, debían entregar un álbum como éste. All Heads Are Gonna Roll sólo puede escucharse a un volumen brutal. El terror de tus vecinos.
PAU NAVARRA