Paul McCartney, Mike D y Ad-Rock de Beastie Boys, Josh Homme, Dave Grohl, Kathleen Hanna, Questlove, Thurston Moore, Nick Rhodes de Duran Duran, Angel Olsen, DJ Premier, Gary Numan, Kevin Parker de Tame Impala o King Princess, son sólo algunos de los nombres de la impresionante lista invitados que aparecen en Watch The Sound with Mark Ronson, la nueva docuserie estrenada el pasado viernes en Apple TV+.
En ella, el músico y productor nos explica en un tono ameno y didáctico la relación entre tecnología y creatividad, centrando cada uno de sus seis capítulos en elementos sonoros que han ido moldeando la música popular desde la segunda mitad del siglo XX: el auto-tune, los samplers, la reverb, las cajas de ritmo, los sintetizadores, y la distorsión.
Al igual que Sound Exploder o This Is Pop de Netflix, Watch This Sound no va dirigida a todos los públicos, pero cualquiera que tenga interés en la música encontrará reflexiones e información interesantes sobre lo que ocurre durante los procesos de creación y grabación de un disco, y el origen de muchas aplicaciones que se emplean. Tiene un punto nerd, pero nunca se le va de las manos.
Resulta muy curioso, por ejemplo, ver cómo un equipo se encarga de grabar ‘la reverberación más larga del mundo’ en el túnel de un antiguo depósito de diesel abandonado en Escocia, que luego se aplica a un plug-in en el estudio; descubrir cómo los Beastie Boys distorsionaron sus voces en el álbum Check Your Head (1992) gracias unos micrófonos de karaoke que les regaló el productor Mario Caldato, o el papel que jugaron las mujeres en el desarrollo de los primeros sintetizadores.
Con una factura impecable -la dirección corre a cargo de Morgan Neville (20 Feet From Stardom, Keith Richards: Under the Influence…) y se nota que hay mucha pasta detrás-, la serie plantea la paradoja entre cómo los técnicos intentan que ‘las máquinas’ produzcan sonidos lo más ‘reales’ posibles (incluso que lleguen a crear su propia música mediante la inteligencia artificial), mientras los creadores, a menudo, acaban recurriendo a ellas para esconder sus propios defectos, eliminando ese factor humano que es lo que los hace únicos.
Aunque la moraleja siempre acaba siendo la misma -el problema no es la herramienta, sino cómo se usa- quizá a la serie le falte un punto más crítico respecto a cómo el binomio tecnología/industria es responsable de haber inundado el mercado de un sinfín de artistas mediocres.
Pese que la valoración general es altamente positiva, Watch The Sound también incurre en el fallo de otras series con un host famoso, pareciendo a ratos un anuncio para ‘la marca Mark Ronson’. ¿Cuántos planos necesitamos de viéndole pinchar ante una multitud o tocándose el pelo? En cualquier caso, es un pequeño precio a pagar a cambio de una serie que probablemente ayude a abrir la mente, y los oídos, de los espectadores derribando algunos prejuicios del sector más purista del rock.
MARC LÓPEZ