En los últimos meses el runrún alrededor del nuevo disco de Wednesday ha ido creciendo, hasta el punto que, sin casi nadie lo hubiera escuchado, parecía ya destinado a ocupar un puesto privilegiado en las listas que los medios especializados publicarán a final de año.
Siempre es curioso observar cómo sean crean este tipo de hypes que, a menudo, parecen espontáneos, aunque no lo sean, cuando no directamente se nota que son totalmente artificiales. En el caso que nos ocupa, algo tendrá que ver que su quinto disco, Rat Saw God, sea su debut para Dead Oceans, el mismo sello que publica a Phoebe Bridgers, Japanese Breakfast y Mitsky, tres artistas que cuentan con muy buena prensa, pero me inclino a pensar que obedece más al deseo genuino de que más gente conozca a un grupo que realmente merece la pena. Y es que realmente Wednesday merecen la pena.
El año pasado, la banda publicó Moving The Leaves Instead Of Piling ‘Em Up, un disco de versiones en el que incluían temas de Drive By Truckers, Vic Chesnutt, Medicine o The Smashing Pumpkins, indicándonos cuáles son los puntos cardinales de su sonido. Por un lado, el apego a la música de raíces que forma parte del paisaje sonoro de North Carolina, y que se manifiesta en algunas cadencias, armonías vocales y toques de pedal steel propios del country, amén de una voluntad narrativa rica en detalles y descripciones. Por otro, su amor por las guitarras distorsionadas, desde el grunge al shoegaze, que adoptaron siendo adolescentes y que les impulsó a querer ser parte de una banda. Si Sonic Youth se hubieran formado en la América rural en lugar de Nueva York, posiblemente sonarían bastante a Wednesday.
Rat Saw God expone de manera brillante esta colisión de influencias que llevan madurando desde 2017 y que tiene su máxima expresión en ‘Chosen To Deserve’. Si solo tienes tiempo para escuchar un tema suyo, empieza por este porque define a la perfección lo que son en su forma más accesible.
El quinteto explota la fórmula noventera de tormenta/calma, pero de una manera nada previsible. Los ocho minutos de ‘Bull Believer’ son un temporal sonoro en la que Karly Hartzman pasa del susurro al grito desgarrado metiéndote de lleno en el interior de una mente abrumada por un entorno en el que las drogas, la recesión económica y la violencia han causado estragos.
Son historias que hemos visto en documentales sobre las crisis de los opiáceos o el auge del trumpismo, pero que aquí adquieren una visión más poética, aunque no menos mordaz. Si a veces los grupos de shoegaze o noise se contentan con epatarnos simplemente a nivel sensorial, Wednesday tienen el mérito añadido de integrarlo en canciones como ‘Bath Country’, ‘Quarry’ o ‘Turkey Vultures’ en las que el qué y el cómo son igual de importantes.
JORDI MEYA
