Después de tres discos decepcionantes como Pacific Daydream (2017), The Teal Album (2019) y The Black Album (2019), los fans de Weezer esperábamos como agua de mayo la llegada de Van Weezer, un álbum que, como ya dejaba intuir su título, y confirmaban los tres adelantos que habían lanzado, prometía devolvernos la cara más guitarrera del grupo. Pero entonces llegó la pandemia…
La cancelación del Hella Mega Tour junto a Fall Out Boy y Green Day, les llevó a posponer el lanzamiento de Van Weezer, un disco precisamente concebido como homenaje al rock de estadios, hasta el 7 de mayo de 2021. Una faena. Pero, a cambio también les dio el tiempo necesario para completar la grabación de otro disco que llevaba rondando por la cabeza de Rivers Cuomo desde 2017.
En varias entrevistas, ya había desvelado su título, OK Human, y también que se trataba de un trabajo compuesto con piano, con letras excéntricas, y muy orquestal. Ante tal descripción, era difícil no sentir mucha curiosidad… y también miedo. Porque cada vez que a Rivers le entran ganas de experimentar, sube el pan.
Y así, sin comerlo, ni beberlo, la semana pasada la banda anunciaba por sorpresa que OK Human iba a llegar de manera inminente, y compartían su primer single ‘All My Favorite Songs’, una pegadiza y simpática tonadilla con una cadencia parecida a ‘Bitter Sweet Symphony’ de The Verve.
OK Human es un disco grande en concepto, pero sorprendentemente pequeño en su ejecución, siendo el más corto que han publicado desde el Green Album. Y pese haber sido grabado con una orquesta de 38 músicos en Abbey Road, el álbum transmite un sentimiento casero, cálido, como si Cuomo nos dejara entrar en su particular Fábrica de Chocolate.
En este nuevo hábitat, en el que no aparece ni una sola guitarra eléctrica, las brillantes melodías de Rivers, rodeadas de violines en lugar de distorsión, te entran por el oído como si fueran algodones de azúcar. Es difícil no sentirse reconfortado al escuchar ‘Aloo Gobi’, ‘Grapes Of Wrath’, ‘Here Comes The Rain’, con un arranque a lo ‘Suspicous Mind’ de Elvis Presley y un estribillo luminoso, la beatleliana ‘Bird With A Broken Wing’, o esa ‘Playing My Piano’ con aires de George Gershwin.
La gran lástima es que la batería de Patrick Wilson, demasiado cuadriculada y presente en la mezcla, provoca que algunos pasajes suenen como aquellas abominables adaptaciones de música clásica que Luis Cobos hizo en los 80, restándoles emotividad.
Pero el aspecto más flojo del disco, sin duda, son las letras. Cuomo es el único compositor en la historia capaz de referenciar a Frodo Baggins, 1984, Blackpink, Zoom, y Kim Jong Un en un mismo álbum, pero su intención de reflejar la inquietud existencial provocada por el confinamiento y la ansiedad por las nuevas tecnologías, tienen la misma profundidad que la que pueda tener un alumno de primaria. Aunque es posible que su propósito fuera el de dotar al disco de un aire naïf y un poco infantil, vete a saber.
Por sus virtudes y defectos, pese al guiño (gracioso, hay que reconocerlo) al OK Computer de Radiohead, el decimocuarto disco de Weezer no pasará a la historia como aquél, pero seguramente lo recordaremos como un bonito regalo que la banda nos hizo en un momento en que no íbamos sobrados de buenas noticias precisamente.
JORDI MEYA