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WHITE REAPER – ‘Asking For A Ride’

Da la sensación que han andado un poco dispersos.

Aunque en la era de TikTok ya no se estila, White Reaper han seguido hasta ahora todos los pasos que dictaba el modelo clásico para una banda de rock que quiere llegar lejos. Se autoeditaron un par de EP’s, se ganaron una buena reputación con su directo, ficharon por un sello indie de prestigio como Polyvinyl, con el que publicaron sus dos primeros discos, y finalmente dieron el salto a una multinacional que les ofrecía una mayor exposición.

El plan les salió más o menos bien. Su anterior disco You Deserve Love, publicado por Elektra en diciembre 2019, llegó a mucha más gente (servidor incluido), tuvieron un mini hit con la pegadiza ‘Might Be Right’; pudieron irse de gira con Pearl Jam y The Killers, y pese a la pandemia, el runrún alrededor de la banda no se detuvo.
Supongo que las expectativas de estos cinco chicos de Kentucky se cumplieron con creces, pero no estoy tan seguro si los ejecutivos que les firman los cheques pensaron lo mismo. De ahí que para su siguiente trabajo los mandaran a grabar a Seattle con un gran productor de pop.

Según han contado ellos mismos, la experiencia con ese tipo -que de momento mantienen en el anonimato- no les resultó satisfactoria, y, en un gesto que les honra, decidieron irse a Nashville con el ingeniero de sus dos primeros discos y producirse ellos mismos el disco. Pero por mucho que tuvieran buenas intenciones, no sé si su opción fue la mejor una vez escuchado este Asking For A Ride.

Quizá el productor que les asignaron no fuera la persona adecuada, pero creo que una visión externa no les hubiera ido mal. Está bien que el grupo haya querido recuperar el sonido más guitarrero de sus inicios en temas como ‘Asking For A Ride’, donde sorprendentemente suenan como una banda de proto glam mezclada con Metallica, la punk popera ‘Bozo’, o ‘Fog Machine’, en la que aparecen sus características guitarras dobladas a lo Thin Lizzy, pero en cambio la agresividad de ‘Funny Farm’, el peor tema del disco, parece totalmente forzada.

Otro fallo es que, a pesar de que el disco apenas dura media hora, falta un hilo conductor que dé sentido al álbum. Buenas canciones no faltan. Ahí está ‘Pink Slip’, con un rollo entre Blink-182 y The Killers, la balada ochentera ‘Heaven Or Not’, el tobogán de melodías de ‘Crawlspace’, o el cierre con ‘Pages’, con la que prueban que con tres acordes todavía se pueden hacer hitazos, pero la sensación es que han andado un poco dispersos. Como si no hubiesen conseguido materializar del todo las buenas ideas que tienen.

Estoy convencido de que White Reaper tienen un gran disco en su interior, pero tocará seguir esperando un poco más a que les salga. Quizá sea el momento de llamar a Rob Cavallo.

JORDI MEYA