Antes de empezar debo confesar que nunca he podido con Opeth. Ni siquiera en su periodo más metalero. Conozco mucha gente que es ultrafán y he tenido largas y apasionadas discusiones con muchos de ellos, pero nunca he roto esa barrera invisible que me aleja irremediablemente de su música. El talento de los suecos es innegable, y no seré yo quien diga lo contrario, pero siempre me han parecido tediosos y aburridos.
Sirva esta aclaración para contextualizar que me acerqué con mucho escepticismo White Stones, el proyecto liderado por Martín Méndez, a pesar de contar en sus filas con la presencia del gran Eloi Boucherie. Y si ya el año pasado su debut Kuarahy me dejó bastante frío, era evidente que mis ánimos a la hora de afrontar este Dancing Into Oblivion eran ya más bien escasos. A pesar de ello, después de la breve introducción instrumental de ‘La Menace’, dos trallazos como ‘New Age Of Dark’ y ‘Chain Of Command’ me levantaron las ganas e hicieron que mi atención creciese con entusiasmo. Dos temas donde toda la banda brilla con luz propia y la voz de Eloi suena contundente y potente como si estuviésemos ante cualquier canción de los grandes Vidres A La Sang.
Pero sorprendentemente, a partir de ahí el disco empieza flojear con temas como ‘Iron Titans’ o ‘To Lie Or To Die’, que a pesar del virtuosismo instrumental de Méndez al bajo, nunca logran engancharme ni conectar con ellos por parecerme demasiado grises y poco convincentes.
Sintiéndolo mucho, porque a priori me parecía un proyecto muy interesante unir el talento y la capacidad musical de estos grandes artistas, he de decir que el resultado final me ha dejado igual de indiferente que su predecesor. Demasiado progresivo y poco death para mi gusto. Mucha habilidad, pero poca garra más allá de unos breves momentos.
KARLES SASTRE