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WHITE WARD – ‘False Light’

Los ucranianos se erigen por mérito propio como la vanguardia del metal extremo.

Que sí, que suena el saxo. ¿Y qué? White Ward son de los grupos más interesantes de la escena extrema europea, y esto admite poca discusión.

Después de sus dos primeros álbumes, Futility Report y Love Exchange Failure, las expectativas son muy altas con este False Light. Después del aperitivo -un EP de dos canciones titulado como su sello, Debermur Morti, que nos brindaron con la excusa de la publicación de su referencia nº 200, a principios de año anunciaron que se retrasaba la publicación del disco por motivos obvios: son ucranianos y el horror de la guerra impide que los proyectos y vida sigan el camino de manera ordinaria .

Para los que no conozcáis a la banda, practican un post black metal muy trabajado y sui generis, con toques de saxo de líneas jazzísticas que ensamblan perfectamente con su propuesta blacker cercana al atmosférico. Esto, por sí solo, te puede parecer una perogrullada… Pero no es así.

A lo largo de su trayectoria han conseguido que la inclusión de este saxo suene de manera natural y nada forzada con sus piezas, añadiéndoles el matiz necesario para sonar diferentes y únicos. Es cierto que no es el único grupo que integra este tipo de instrumentos en su propuesta radical. Ahí tenemos a Imperial Triumphant, pero en su caso más swing que jazz en el que la ciudad de origen tiene una influencia primordial; respiras New York por todos los poros.

Si empiezas un disco con ‘Leviathan’ solo puede significar una cosa: White Ward están muy seguros de lo que acaban de entregar al mundo. Una auténtica pieza de orfebrería musical, donde la fiereza black y el espíritu jazz se dan la mano, con algún pasaje de voces limpias. Es una maravilla atemporal que solo puede abrir una obra que puede ser una de las más significativas del año. Trémolos, blast beats, desgarro, transiciones conducidas suavemente por el saxo. Es una auténtica pasada de más de 13 minutos.

Pero en este álbum, los ucranianos han dado un paso más allá en sus influencias y ‘Salt Paradise’ con esa voz gótica y guitarras acústicas añaden un nuevo y sorprendente matiz a su música. ¿Y el sampler inicial a lo Stranger Things de ‘Phoenix’, qué? De ritmo lento, con ese bajo que se clava en la sien que explosiona en una vorágine de riffs brutales. El disco no tiene desperdicio, de principio a fin. Ese interludio jazz que es ‘Echoes in Eternity’, se da de bruces con esa voz limpia y profunda de aires post punk de ‘Cronus’ que parece un medio tiempo pero no lo es. Te vuelven a cazar por sorpresa.

El tema que da título al disco es extraordinario, largo, con un interludio cargado de matices que sirve para darnos un respiro antes de regalarnos un final lleno de fuerza en el que juegan con un breakdown y cierto groove acompañado del saxo sempiterno. El descenso a los infiernos final es denso y cáustico, enarbolado por voces primitivas de liturgia tribal. Sin duda, el tema más complejo del álbum y lleno de pinceladas diferentes, un Jackson Pollock musical. ‘Downfall’ sirve como guinda final, con ese piano delicado.

Estamos ante un álbum extraordinario que debería ser la coronación absoluta de White Ward como banda básica para entender el metal contemporáneo. Los ucranianos se erigen por mérito propio como la vanguardia del metal extremo.

JOAN CALDERÓN