No sabría decir hasta que punto Willis Drummond tuvieron la ‘mala suerte’ de coincidir en tiempo y lugar con Berri Txarrak. Es cierto que su aparición en el panorama estatal coincidió con el éxito siempre al alza del combo liderado por Gorka Urbizu, y seguramente esto les abrió alguna que otra puerta, pero también que quedaron un tanto eclipsados por los de Lekunberri.
Con el añorado trío fuera de circulación, los de Baiona se encuentran ahora en ese extraño momento de su carrera en el que ya no son uno de los nuevos nombres llamados a ocupar ese gran vacío dentro del rock cantado en euskera, como puedan ser Liher o Ezpalak, pero todavía cuesta verles como unos veteranos a pesar de llevar más de década y media en la brecha.
En cualquier caso, el núcleo duro formado por Jurgi Ekiza, Xan Bidegain y Félix Bluff llega a su séptimo trabajo de estudio regresando a la alineación de cuarteto con la incorporación de Vincent Bestaven como nuevo guitarrista. En contraposición con su anterior y más detallista Zugzwang, Willis Drummond vuelven a apostarlo todo a la base del rock puro y duro, haciendo bueno aquello de “menos es siempre sinónimo de más”.
Apelando a esa ‘Mandarina’ que ilustra la portada, el primer corte de Hala Ere (Sin Embargo, en castellano), el álbum se abre sorprendiendo con un ritmo kraut rock al que se le van añadiendo pinceladas de psicodelia en las guitarras. Más familiares e inmediatas suenan ‘Stockholmen’ y ‘Gauzak’, dónde irremediablemente sugieren su pasión por el rock noventero. No es difícil pensar en los Pearl Jam de Vitalogy por el empuje con el que atacan.
Pero sí algo se les ha dado siempre bien a estos tipo es lo de construir medios tiempos dónde lo cerebral y lo visceral se dan la mano. Aquí vuelven a firmar algunos la mar de interesantes como la bonita ‘Western Smile’ arrimándose al indie, el spoken word de ‘Har Eta Bota’ o esa ‘Bidasoa’ que va creciendo y creciendo según avanza. Quizás en el segundo tramo el álbum adolece de algo más de inmediatez. Y es que aunque en ‘Makina Bat’ la intensidad va en aumento, se siente que la energía está siempre contenida a punto de desbordarse.
Dudo que este sea el trabajo que les traiga el reconocimiento que por trayectoria y consistencia merecen, pero Willis Drummond continúan demostrando que, aunque puedan haber nacido en el momento y lugar menos favorables, su música sigue hablando por sí sola para cualquiera que esté dispuesto a escucharla.
GONZALO PUEBLA