Sé que la envidia no es un buen sentimiento. Pero tengo que reconocer que cada vez que escucho el nuevo disco de Yawners, siento mucha de Elena Nieto. Y no porque crea que es una genio, sino precisamente porque no lo es.
Envidio que sin ser una cantante extraordinaria, ni una virtuosa tocando, ni una compositora sublime, haya tenido el valor de creer en ella misma para tirar adelante un proyecto como este. Quizá si yo también lo hubiese tenido y ella no, ahora sería Elena quien me estuviera escuchando cantar mientras le da al teclado escribiendo sobre mí y yo estaría planificando una gira por Europa.
Pero para qué engañarse, por mucho que repitan lo de ‘querer es poder’, yo sé que no sería capaz de subir a un escenario sin que me diese una taquicardia, o de sostener la mirada como hace ella como si fuera una Gioconda skater, en la portada de Duplo. Una vez un amigo me dijo que conocer tus limitaciones es una señal de inteligencia, no de debilidad (ignoro si sacó la frase de un libro de autoayuda, aunque lo sospecho), así que sé que mi lugar es estar a este lado de la pantalla.
Pero que envidie a Elena no quiere decir que la odie. ¿Cómo hacerlo cuando desde que RockZone me pasaron el avance de Duplo sus diez canciones me hacen feliz cada vez que las escucho? Posiblemente a ella le pasara lo mismo cuando escuchaba los discos de Weezer, Green Day o Blink-182, y quizá por eso le salen canciones tan chulas y pegadizas como ‘Rivers Cuomo’, ‘Something About You’, ‘Honey’ (uno de los hits del año) o ‘Belong’, con ese clímax de batería que te invita a hacer stage diving.
Sus melodías dulces, pero con un punto emo, se han convertido en mis compañeras cuando salgo a correr; sus acordes sencillos, pero muy bien combinados, han hecho que ir al supermercado fuera divertido, y su desparpajo para combinar castellano e inglés me han hecho sonreír mientras mi novio estaba mirando más al móvil que a mí. ¿Qué más le puedo pedir a un disco?
MARTA PUIG