Figura polarizante donde las haya, en su tercer album, Yungblud parece querer dejar de lado su faceta más controvertida -aunque obviamente las letras sobre depresión, angustia, identidad de género… siguen presentes- para que el mundo empiece a ver a Dom Harrison como alguien a quien valorar, principalmente, por su música.
Como hemos apuntado, Yungblud tiene una habilidad especial para generar amores y odios por igual, pero ya había dejado pinceladas de que era algo más que un poster boy prefabricado para adolescentes, visto el carisma que desprende en un escenario o mucho de lo que había en su anterior álbum Weird!. Sin embargo, pese a los buenos momentos que ofrecía, ese segundo álbum pecaba de incoherencia, sin un hilo estilístico que unificara lo que parecía una mera colección de singles; algo a lo que ha puesto remedio en este tercero.
Pese a que su autor solo tiene 25 años, podemos considerar Yungblud, hasta un álbum adulto, de madurez, esa clase de disco en el que el artista marca las pautas que quiere seguir en el futuro. Aparcando su faceta más histriónica y abrazando cierta sobriedad, el inglés nos ofrece un buen álbum de pop rock, así de simple, que nadie le dé más vueltas.
Musicalmente nos puede llevar tanto a los 80, por momentos parece que quiere ser un nuevo Billy Idol (como queda patente en la inicial ‘The Funeral’ o ‘Sex Not Violence’), como a esos 2000 en los que reinaban las bandas de emo pop punk (‘Don’t Feeling Like Feeling Sad Today o ‘Tissues’ podían haberse grabado hoy o hace 20 años), y hasta nos puede recordar a esos Bring Me The Horizon actuales alejados del metal en ‘Mad’, pero al final su personalidad es la que domina a lo largo y ancho de las doce canciones.
Si bien no podemos hablar de este álbum como un nuevo Rebel Yell o un Three Cheers for Sweet Revenge, porque carece de canciones con madera de clásico, hay un algo en Yungblud, tanto en el artista como en este trabajo, que apunta a que si hay alguien de su generación que un día puede desmarcarse con uno de esos discos que marcan época, puede ser él.
RICHARD ROYUELA